martes, 16 de septiembre de 2008

El primo Fernandín

.

.

Acaba de llegar el "Primo Fernandín". Corro, me posiciono a distancia pero lo suficientemente cerca para entrar en su ángulo de visión, no pasarle desapercibida. Me atuso el pelo, me sacudo los zapatos, plancho con las manos mi falda y lo persigo, lo observo escondida tras la silla, apoyada en la puerta, asomando los ojos por encima del mantel de la mesa estufa.
.
Cuando sale al jardín, lo sigo sigilosamente haciendo parada de árbol en árbol con pequeñas y saltarinas paraditas. El hace como si no me viera, pero está pendiente de mí aunque esté de conversación con mi abuelo. Fernandín acaba de pasar la abrupta primera adolescencia, es universitario brillante y a mí me parece guapísimo. Tiene el pelo ondulado, oscuro, espeso, ojos pequeños, rasgados, orientales y unas gafas que le dan ese toque único sin las que no sería él.
.
Es también delgadísimo, alto, al menos desde mi estatura me lo parecía. Venía de la capital a visitar a su tío (mi abuelo), hablando puro castellano, ese que en la baja Andalucía tanto nos cuesta pronunciar.
.
Un gran reloj adornaba su muñeca, y una sensual voz me arrebataba y dejaba en estado catatónico cuando pronunciaba mi nombre, o cuando me sentaba en su falda y me daba conversación. Recuerdo que fue la primera vez que me enamoré. Me sentía en el paraíso, allí estaba yo, pequeñita, coqueta, con el hombre de mis sueños. ¡No se podía estar mejor en ningún otro sitio, que asomada a sus ojos negros!.
.
Se marchaba, siempre terminaba yéndose a Madrid, hasta que ya no recuerdo cuándo dejó de visitarnos, cuándo dejé de recordarlo, o qué habrá sido de él, o cómo de blanco tendrá hoy el pelo, o qué habrán sido de los dos hoyuelos que se le dibujaban al esbozar la sonrisa más sensual del mundo.
.
He sentido una gran necesidad de saber de él, ahora, después de tantos años y no sé por qué motivo. Todo ha venido a cuento de un retrato de Cesare Pavese que me ha llegado hoy a las manos y me lo ha recordado profundamente. Me parece que lo último que supe de él y no estoy segura, es que vive en los EEUU, que le sonrió la vida profesionalmente, que ya es bastante, y nada más que una ligera referencia sin confirmar de su vida privada.
.
Queridísimo primo Fernandín, si estás ahí, enciende una lucecita, ya sabes junto a las vías del tren, en la casita de campo del tío Rafael de Andalucía, "El Recreo", se llamaba el lugar. Hoy no existe, en el lugar que ocupaba, han hecho un parque precisamente con una atracción que emula una estacíon de tren en miniatura, a donde los días de sol, los padres llevan a sus hijos a pasear en el trenecito.
.
¡No es por otra parte sintomático, casual!. El tren sigue siendo eje, centro de una vida.
.
Yo era una niña entonces, quizá lo siga siendo, porque seguro que me vuelvo a ruborizar si me mira con esos ojos azabaches y rasgados que nunca olvidé. ¿Escuchas mis tacones en el andén?, seguro que sí.




.


.

No hay comentarios: