lunes, 30 de noviembre de 2009

Piedras de Ceuta

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Esperaba, se hacía larga la espera. Cuándo regresará de aquel viaje.

Me prometió un tarro lleno de ellas, sería un tarro grande, cilíndrico que las contrendría con todos sus colores, pegados al frío cristal. En las playas de la Bahía de Cádiz no existían, con aquellos tonos intensos y tan diversos, las de aquí eran grises, negras, marrones, rojizas, blancas, pero no de la gama y tamaño de aquellas.


Vedrían de aquel lugar al sur, frente a Africa, donde convivían españoles con musulmanes, donde objetos de otras tierras llenaban las tiendas en las que ella, entraría a comprar aquellas zapatillas de piel rojas, con un timón blanco dibujado en su parte delantera.

Fueron de los mejores regalos que con mayor ilusión esperé. Tendría cinco o seis años. Creo recordar aquella fotografía en blanco y negro, con las manos en la cintura, calzando aquellas zapatillas. ¡Toda una imagen de felicidad!, que debe andar por alguna caja o baúl, con puñados de fotografías de otros tiempos.
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Aquellas piedras de colores delimitan los bordes de los sueños, con sus brillos y destellos iluminan cualquier oscuridad, cualquiera tristeza y siempre, me llevan al contorno de las orillas espumosas, al hipnótico ir y venir de cada ola, la llamada del mar en invierno, la desnudez en el verano.
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P.D.: Voy a buscar esa fotografía, la escanearé y la subiré al blog. Veréis que no miento.

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