miércoles, 15 de febrero de 2012

El reencuentro.

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Sería mirar por la cerradura y encontrarme con tu rostro blanco, tus ojos penetrantes, el cabello negro. Un túnel de vértigo en cuyo final, los tersos labios esbozan una leve y sensual sonrisa, una inclinación angelical del alma. No hay palabras que describan tal ternura.



.Sí, sería apartar con la mano, cuarenta años que nos han pasado, una siesta en primavera. Agacho los párpados reblandecidos ya de tantas lunas, donde anduvo tu nombre como dormido. Te he pedido algo importente y has accedido a concederlo, vuelvo a contemplar lo perdido en el tiempo, recupero con ello la gloria antigua de los niños, vuelvo a colocar una cinta roja sobre la trenza.


.No encuentro la forma, la geometría de un recuerdo, cuando ha vagado tantos años con su belleza inmaculada y cruzado todas las puertas que dejé abiertas, en aquella casa a la que siempre regreso. Las sillas del jardín no saben, hoy descoloridas, que reías sobre ellas, igual que lo hace la lluvia que las enmohece, porque la luz de aquellos días, nunca tuvo tanto regocijo cuando invadió tus iris y yo ,te miraba y me reflejaba en ellos.



.En ellos, Alicia de aquí para allá y desaparecía tras las palmeras y se ruborizaba, le estallaba el corazón, granada madura, diamantes que flotaban sobre los parterres. El reloj en tu delgada muñeca, marcaba ausencias jamás dormidas, minutos que no desaparecieron por más que las manecillas girasen y girasen. ¡No se puede, no se puede retroceder!, después de quince mil días, vuelvo a sentarme en tu falda y escuchar cantar aquellos pájaros que no existen, o aquel viento de levante, que revolvía tu pelo en las tardes de verano.


.Pero te he encontrado, hemos sabido que nada es imposible, que la estación, volverá a ser punto de llegada y de partida, túnel del tiempo, oscuro tránsito, la chistera donde asomarán rostros cambiados, caras transformadas, besos que saludarán la gloria que no se llevó el pasado, porque no hay abismo en el que se pueda arrojar un reencuentro. Me dijiste que te habían arrebatado sin piedad, todos los recuerdos, aquellas fotografías en blanco y negro en las que reconocería, el amado rostro de la inocencia.


. Tenía que abrazarte, reconquistar el perfume, arrebatarle los sueños a la muerte de arena, porque late, late aún el corazón bajo las marquesinas de los fantasmas, pero todavía nos cubre carne hecha amor, piel tatuada con anhelo, deseo de no olvido. Cuando llegue el tren a la estación, bajarán al andén todos los paisajes que guardo en los puños, todos aquellos que partieron te darán la mano, besarán tu frente, ungirán con soles y calas tu cabeza y serás la aparición que mostraban de noche la ventanas.


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